REINO DE DIOS Y GOBIERNO DE UNO MISMO

General

José Honegger Molina

La pregunta que me hiciera el profesor Jesús Hernaez  sobre: ¿cuáles son los conceptos que aportó el cristianismo al mundo antiguo? me llevó a revisar dos expresiones que siguen vigentes luego de XX siglos: “basileia” y “Abba”. Ciertamente que el cristianismo se nutre de todo cuanto existe en su época para su autodefinición y comprensión filosófica, sin embargo, “Basileia=Reino de Dios” y “Abba=Papaito” son conceptos que si bien no eran nuevos, al menos, en los labios de Jesús alcanzaron una total resignificación y un excelente impacto transformador en el mundo interior de los neoconversos. Términos que los vinculé (en lo personal) muy hondamente con la eterna búsqueda en Platón: “gobiérnate a ti mismo” y “conócete a ti mismo”. Para mí este asunto de gobernarse a sí mismo siento que no solamente pasa por ser capaz de contener todo lo que se mueve desde nuestra visceralidad y corporeidad y que nos perjudica o que perjudica a otros, sino que se eleva hasta llegar a gobernar, intervenir y reinterpretar nuestros propios sueños, por ejemplo, al estilo de la praxis enseñada por los difusores del “Diario Intensivo de Progott”.

 Veamos primero a qué se refirió Jesús cuando acudió a la palabra “Basileia” conocida por todos en la oración del Padrenuestro, pues decimos «venga tu reino». Pero, ¿de qué estamos hablando? El Reino de Dios (o «Reinado», porque la palabra griega «basileia» se refiere al poder ejercido por el soberano en su territorio, no al territorio físico), aquí tenemos el tema central de la predicación de Jesús. Jesús señala la realización del Reino con su llegada y sus milagros. En el Nuevo Testamento el término en griego «basileia» se usa para Reino de Dios (Mt 4, 23), de los cielos (Mt 19, 12), de Jesús (Mt 13, 41), y de los pobres. San Pablo define el Reino de Dios de la siguiente manera: «Piensen que el Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino de justicia, de paz y alegría en el Espíritu Santo.» (Rm 14, 17). Jesús explica el Reino mediante parábolas y dichos, y para Él lo más importante de todas las cosas es buscar el Reino de Dios (Mt 6, 33). Advierte que lo más difícil es la disposición del corazón para entender los «secretos» del Reino. Para explicar qué es el reino de Dios acude a parábolas como la de la semilla de mostaza, la cual realmente es algo complicada de entender. Es curioso que la imagen de la semilla de mostaza sea utilizada también como «parámetro» de la fe necesaria para hacer milagros. Sin duda es una expresión del poder del Reino de Dios y de la confianza en sí mismo. Jesús presenta el reino de Dios como algo apasionante cuya novedad radical hace imposible la mezcla con el tradicionalismo religioso antiguo. Pero a la hora de actualizar el concepto de reino de Dios surgen algunas interrogantes importantes. ¿Se entiende hoy la idea? ¿resulta inteligible el lenguaje de Jesucristo acerca del reino para la mentalidad democrática contemporánea? ¿qué quiere decir la oración del Padrenuestro con «venga a nosotros tu reino? ¿puede el reino de Dios seguir siendo una buena noticia en el mundo postmoderno? La idea de reino en el contexto judío no tenía las connotaciones espaciales o territoriales que posee en el nuestro. No se refería al lugar donde reina Dios sino a la acción misma de reinar como algo que esta ocurriendo en la vida de los hombres.

De manera que cuando Jesús se refiere al Reino de Dios, en realidad está hablando de una fuerza divina que actúa e interviene en la historia de los humanos, y la conduce hacia una meta final llena de sentido. No se trata de una dimensión ultramundana del más allá que se iniciará cuando el Señor venga, sino de algo que está sucediendo ya ahora en el mundo presente. Desde luego, el reino de Dios llegará a su consumación definitiva cuando Dios lo decida, pero entre tanto es algo que se esta desarrollando en la sociedad humana. Tal vez para la sensibilidad contemporánea el lenguaje acerca del reino de Dios guarde ciertos matices inaceptables. Hoy se rechaza todo síntoma de dominio y autoritarismo. La idea de un Dios que domina a los hombres como si fueran esclavos no gusta en la actualidad. A demás hay que reconocer que cualquier predicación que aconseje el mantenimiento de las situaciones de sufrimiento, miseria y dolor, cualquier mensaje que fomente la pasividad y el conformismo ante las injusticias de la vida, ofreciendo a cambio el futuro paraíso celestial, va contra el espíritu mismo del Evangelio de Cristo. ¿Dónde estaría hoy el reino de Dios? Donde no hay esclavitudes de ningún tipo. Allí donde el hombre no se somete a los ídolos del éxito, el poder, el estado, la nación, la raza, la seguridad, el bienestar, el dinero, la técnica, el capital, el trabajo, etc. El reino esta donde florece el amor al más débil y al más pobre. Donde se da esperanza donde ya no la esperan.

“Abba=Papaito” es una palabra aramea y la encontramos en tres pasajes bíblicos acompañada con la palabra griega “pater”, que significa “Padre”. Según los entendidos la novedad de Jesús consiste en referirse a Dios (el innombrable para los judíos) como su “Abba, es decir, el papá afectuoso. Término que expresa afecto caluroso y gran confianza filial. No tiene ningún equivalente perfecto en nuestro idioma, pues no tiene raíz en algún idioma, ya que el parecer tomó fuerza de una costumbre familiar. Jesús la dice en un momento de profundo dolor pues estaba próxima su muerte, y claramente se ve que se dirige al Padre celestial. También es importante resaltar que era en un momento de oración. Se dirigía a su Padre con confianza. Pero bien, como aparece ABBA siempre unida a PATER, y ambas significando padre, al traducirla al castellano, sería lo siguiente: “Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló y oró a Dios: «¡Padre!, ¡papá!, si fuera posible, no me dejes sufrir”. Pues bien, la Biblia, al hablarnos del término “Abba” nos habla de: Por un lado de la intimidad que sólo se da entre Padre e Hijo, con la confianza, cariño y ternura que este hecho conlleva; De la legitimidad del Hijo la que no puede ser imitada en otra relación y, , de los beneficios de ser un Hijo, un verdadero heredero de las riquezas del Padre. La pregunta final que me estoy haciendo desde ayer y hoy (viernes, 29-04) es: ¿Soy capaz de llamar a Dios Abba al estilo de Jesús?

Deja un comentario